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El Arroyo de Los Músicos

En la carretera que va hacia el sur, en el tramo de La Paz a San Pedro hay un arroyo denominado Los Músicos, el nombre se debe al siguiente hecho: A principios del siglo XX, en la hacienda de “El Oro” propiedad de Nabor Mendoza se hacía un licor a base de agaves al cual se le denominaba “mezcal brandy”, esto es, una bebida que hoy seguramente sería simplemente mezcal o tequila. La producción era llevada a La Paz en carretones halados por mulas. Nabor había mandado hacer carretones especiales con cupo para 10 barriles, eran carretones de 4 ruedas y para un tiro de 4 mulas. Un día, tenía que hacer un envío de licor a la tienda “Casa Ruffo”, en La Paz, encargándole el trabajo a su hijo Simón R. y a un ayudante. Partió el carretón hacia La Paz y en el camino, en un tramo sobre el arroyo que hoy es el de “Los Músicos” se encuentran con una carretela que va en sentido contrario, en ella se transportaban unos músicos a los que les habían encargado amenizar una fiesta en la zona de El Triunfo o San Antonio. Para mitigar la “sed” Simón y el ayudante llevaban una bota de cuero llena de mezcal de tal suerte que al toparse con los músicos ya iban medios alegres. Simón detiene a los músicos y los invita a tomar un poco de mezcal, invitación a la cual, raudos y presurosos, los músicos atienden lo cual hacen a la sombra de un palo blanco a la orilla del arroyo; al tiempo, estando todos ya muy alegres, Simón manda rellenar la bota de uno de los barriles y llenar algunos otros enseres para continuar la parranda, y obviamente, los músicos correspondían a la invitación con alegres melodías. Esto ocurría en pleno monte. Para cumplir con su cometido Simón mandó al ayudante a terminar la misión y entregar en “La Casa Ruffo” el cargamento indicándole que él, Simón, lo esperaría en el mismo sitio con los músicos hasta su regreso. El ayudante partió a La Paz no sin antes hacer una recarga de mezcal en los depósitos portátiles. Así las cosas, la parranda al parecer llevó varias horas o días de tal suerte que todo el que atinaba a pasar por las cercanías oían la música en pleno monte, se acercaban a ver qué ocurría y seguramente se sumaban a la chorcha, de tal suerte que en lo sucesivo al arroyo le quedo por nombre “El arroyo de los Músicos”… (Relato de Don Juan Manuel de la Peña, oct 2004).


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