El mosaico más completo de elementos sudcalifornianos es sin duda la región de Loreto, originalmente Loreto Conchó. En su entorno uno puede encontrar rica historia, templos misionales de la época colonial, el interesante museo de Las Misiones, paisaje marino, pesca deportiva, buceo, paisaje de islas, vida del reino animal, impresionantes paisajes de escarpadas serranías y del desierto montañoso, esto es, prácticamente todo para todos los que gustan del paisajismo y el entorno natural, del disfrute de lo agreste y lontananza y, desde luego una adecuada oferta de restaurantes y hoteles para el relax, la holganza y la “hechadéz”. El circulo geográfico lauretano donde todo lo anterior se circunscribe lo podemos ubicar, teniendo como pivote la población de Loreto (Conchó), desde la zona de Ligüí con el paisaje que ofrece la imponente sierra de La Giganta; frente a Loreto el mar de Cortés y su gran bahía, limitada por la isla de Los Coronados (los Santos Coronados) y la isla del Carmen que ofrecen vistas dignas de admirarse; 30 km al poniente la población de San Francisco Javier (Viggé Biaundó) típico pueblo donde aún se respira el ambiente de “La California Original” con su escénica carretera y su templo de la época jesuita, dedicado a San Francisco Javier, uno de los edificios misionales mejores conservados de La California; finalmente el rancho "Palo Chino" de Don Raquel, "Quelo" Ceseña; el camino a este punto, que lleva desde San Javier a San José de Comondú, ofrece el espectacular paisaje montañoso desértico que es donde puede disfrutarse de lo agreste que resulta La California Mexicana.

Según la historia, el 18 de octubre de 1697 arriba a la bahía de San Dionisio y pone pié en la costa, frente a las islas del Carmen y de Los Coronados el Jesuita Juan María de Salvatierra junto con un puñado de acompañantes, civiles y militares, con este hecho da inicio la grandiosa epopeya que representó la conquista de La California. Unos días después, el 25 de octubre, Salvatierra da por fundada la Misión de Loreto, el sitio era llamado Conchó por los indios Guaycuras que habitaban la región. Loreto Conchó se convierte así en parte y pivote fundamental de la historia de esta tierra y, desde ese momento, en la capital de la provincia californiana y por ende en el primer asentamiento “civilizado” de todo el noroccidente americano desde el Cabo de San Lucas hacía el Norte por la costa del Pacífico. Para que este paso trascendental se diera tuvieron que pasar nada más ni nada menos que 164 años luego de descubierto el territorio por Fortún Jiménez de Bertandoña en 1533, la agresividad del entorno peninsular impidió que su conquista y ocupación se diera de una manera fácil, sólo quien conozca la región californiana y haya desarrollado un verdadero sentido de identidad y pertenencia con su medio y su naturaleza puede darse idea de tal hecho y su gran magnitud. El sudcaliforniano actual difícilmente capta estos aspectos ya que, la mayoría de ellos, llegaron a esta tierra viniendo de lejos o naciendo en ella cuando ya todo estaba hecho, no les tocó bregar con esta agresiva naturaleza ni conocer a la gente que ha afrontado ese reto por lo que su identidad y pertenencia con ella es prácticamente nula, desconocen a esa gente del rancho o el desierto, muchos no se acercan a ella porque "no le entienden", "no le hallan", lo ven lejano y ajeno, fuera de su mundo de pavimento, del internet y el celular (es la muerte si se alejan donde se pierde la señal), el sky y el aire acondicionado, es lamentable porque no saben de la riqueza humana de la que se pierden.

Setenta y dos años después de la llegada de los primeros europeos que ocuparon permanentemente el territorio, en 1697, y en la época que ocurre la expulsión de la Orden Jesuita de los territorios españoles, Loreto sería de nuevo protagonista de la historia al convertirse en el punto de partida de otra de las últimas grandes empresas del el Imperio Colonial Español: La Conquista de la Alta California, tal como lo consigna el moderno historiador Carlos López Urrutia en su libro “El Real Ejercito en California”. Esta última gran aventura sería orquestada por José de Gálvez y Gallardo que a la sazón era, ni más ni menos que el “Visitador General de todos los Tribunales y Cajas Reales e Intendente de todos los Ejércitos de la Nueva España”. En uno de sus recorridos por el occidente de México De Gálvez recibe del Marqués Carlos Francisco de Croix, Virrey de la Nueva España, una misiva del Rey Carlos III donde ordenaba se diera inicio de inmediato a la ocupación y conquista de la región de la Alta California. De Gálvez organiza dicha expedición en dos partes, una por mar utilizando dos barcos, el “San Carlos” (o “Toisón de Oro”) y el “San Antonio (o “El Príncipe”), surtos esperando reparaciones en el occidental puerto de San Blas, estos dos barcos recibirían su final aprovisionamiento en el sur peninsular, San José del Cabo y Cabo San Lucas. La otra parte de la expedición sería por tierra, para esto, el entonces gobernador provincial con residencia en Loreto Conchó, Gaspar de Portolá y Rovira que era Capitán de Dragones del Regimiento España, recibe a la vez de parte de De Gálvez el nombramiento, ni más ni menos de: “Comandante en Jefe de la Expedición de Mar y Tierra para la Conquista de la Alta California”, quien auxiliado por el propio Visitador se haría cargo de la estratégica encomienda. De Gálvez se encargaría de enviar los buques y Portolá iría, personalmente, con la expedición terrestre. Esta acometida por tierra estaría conformada por dos columnas, la primera encomendada al comandante de la Guarnición del Presidio de Loreto Conchó, Capitán Fernando Xavier de Rivera y Moncada y la segunda por el propio Gaspar de Portolá. Moncada, partiendo de Loreto haría su ultima parada en territorio conocido en la Misión de Santa María de los Ángeles Kabujakaamang, finalmente, por razones tácticas, lo hace un poco más adelante, en el sitio que los naturales de la región llamaban Velicatá; en este mismo punto, unos días más tarde, Junípero Serra fundaría ahí, en su tránsito hacía la Alta California, la única misión franciscana en la California Original, San Fernando Rey de España de Velicatá. Luego de reorganizarse y esperar la recepción de los últimos elementos materiales y humanos, el 24 de marzo de 1769, Moncada da la orden de partir por territorio poco conocido hacía la región de San Diego en la Alta California, continuando así la gran encomienda iniciada en Loreto: “La Santa Expedición”. La primera columna terrestre estaba compuesta de 25 soldados Presidiales de Cuera o Dragones de Cuera del Presidio de Loreto Conchó muy bien equipados, 3 arrieros expertos para el manejo de 200 cabezas de ganado que llevaban consigo, unos 50 indios leales para guías y diversos menesteres, 180 mulas de carga con provisiones y elementos diversos, 140 caballos para el uso de los soldados donde llevaban armas, provisiones y bestias de refresco, cabe aclarar que cada soldado presidial usaba, en este tipo de encomiendas, de 7 a 8 bestias entre caballos y mulares para su equipo de campaña y aprovisionamientos diversos. Aproximadamente un mes después Portolá y Rovira parte del Presidio de Loreto Concho y el 5 de mayo de 1769 se reúne en Santa María de los Ángeles con el Franciscano fray Junípero Serra para 10 días después, el 15 de mayo partir rumbo al Norte, los acompañaba el sargento José Francisco de Ortega y 10 soldados de Presidiales de Cuera, 4 arrieros, una buena cantidad de ganado, alrededor de 40 indios y más de 160 mulas de carga. Con Rivera y Moncada partiendo del Presidio de Loreto Concho, capital de La California Original, se inicia la conquista de La Alta California.

Loreto continuaría siendo la capital peninsular hasta el año de 1830 en que es prácticamente destruida por un huracán y la capita se traslada a La Paz. Así también fue Loreto, en algún momento de su historia la primera capital de todas las californias, hoy Baja California Sur "La California Original", Baja California y California USA. Sin embargo, hoy sin duda la región de Loreto es la capital histórica de “La California Original”, es también la región más representativa de la sudcaliforniedad por sus pródiga naturaleza en la cual se circunscribe una extraordinaria zona escénica del Mar de Cortés con su rica pesca deportiva, sus islas entre las que se encuentran la de Los Coronados (Los Santos Coronados), El Carmen, Danzante, Montserrat y Catalina o la Catalana; la imponente sierra de La Giganta, el desierto montañoso de la propia sierra por el camino que conecta a la población de San Francisco Javier con la de San José de Comondú. Cuenta también con los dos edificios misionales Jesuitas más representativos, la propia misión de Nuestra Señora de Loreto Conchó y la de San Francisco Javier Viggé Biaundó fundada en 1699 por el Jesuita Francisco María Píccolo quien acompañó a Salvatierra en su histórica incursión y desembarco en La California. Esta última misión cuenta con un edificio construido por el también Jesuita Miguel del Barco. Es a Barco que se le debe en gran medida unas de las mejores noticias de la California Original con su tratado de historia y crónicas de esta tierra, muy apegada a la realidad de entonces toda vez que, este misionero vivió entre los indios cochimíes de la región de San Francisco Javier por aproximadamente treinta años.

En la pequeña población de San Francisco Javier aún pueden encontrarse algunas usanzas pasadas de boca en boca desde la época colonial hasta el presente como la fabricación, de forma muy artesanal, del aceite de olivo, el tratamiento de la aceituna, el vino casero y los dulces de frutas. Fue en esta sitio donde se fabricaron los primeros vinos de Noroeste americano y su fabricación actual sigue el mismo rústico y primitivo proceso heredado desde la época misional. Pueden observarse aquí los huertos misionales con centenarios olivos plantados, según los relatos orales, por el mismo Juan de Ugarte, así también puede encontrarse vino hecho a la usanza ancestral y con base en la también ancestral cepa de la vid que hoy se llama “uva o vid misionera” porque es descendiente de la introducida por el mismo misionero. Existen aún partes de los sistemas de irrigación usados por los misioneros jesuitas y pueden percibirse los métodos constructivos antiguos en algunas de las viviendas del poblado.

La naturaleza fue con esta tierra verdaderamente pródiga y benevolente, por un lado la sierra de La Giganta con sus impresionantes montañas, no tanto por su altura sino por lo escarpado de sus laderas y caprichosas formas que producen un llamado a su contemplación; el gran desierto montañoso, parte de la misma sierra de La Giganta, pero ya adentrado en ella, que podemos admirar si recorremos el tramo del camino que va de la población de San Javier al pueblo de San José de Comondú en sus primeros kilómetros hasta el rancho llamado Palo Chino, en esta zona se puede observar y disfrutar lo agreste que resulta el territorio con sus atractivas montañas y su abrasadora y llamativa soledad, el aislamiento aquí es casi total. Finalmente se tiene en Loreto el mar y las islas, un recorrido en lancha por la de Los Coronados y la del Carmen en imperativo y necesario para admirar la otra cara de la naturaleza lauretana.

Aunque al igual que el resto del sur peninsular, esta región está también seriamente amenazada por los efectos de la transculturación que los nuevos residentes extranjeros, normalmente gringos, y no casualmente de los más "cultos" y "ejemplares", imprimen los que sin medir consecuencias cambian agresivamente los modos, formas y usanzas sin recato ni respeto alguno por las tradicionales, elimina sin ton ni son nombres históricos de puntos y sitio geográficos, elimina accesos a tradicionales playas anteriormente usadas por la población local para su disfrute, todo eso con la complacencia, pusilanimidad y estúpido entreguismo de las rupestres autoridades en turno, así como de aquellas que debieran de velar por el legado histórico que significa también la toponimia original y tradicional de La California. Hace poco tiempo, a inicios de este año 2011, en una visita a San Javier platicaba con un gringo enamorado de la región, es un gringo que vive en la colonia, a decir de el mismo con carcajada plena, "gringolandia" de Loreto, de pronto me dijo: "... México ya no debía permitir la residencia de extranjeros, lo están echando a perder..." y, cavilando un poco, expresa con cierta malicia y risita socarrona: "... si, ¡como yo ya estoy aquí!...", este hecho es clara muestra de que ellos mismos deploran la transculturación que sufre la región. Se convierten pues, nuestro querido “amigos” extranjeros en el factor determinante para eliminar lo que fue el imán que los atrajo para establecerse en la región, en pocas palabras ellos mismos presionan para que el atractivo que los hizo radicarse en ella desaparezca y agringarla con formas de las que vienen huyendo, ...¡paradojas del destino!.

Una muestra de los elementos misionales y de la época puede ser encontrada en el Museo de Las Misiones, ubicado a un costado del edificio misional, en una de las alas de la construcción que fuera parte del conjunto misional. El acopio de elementos de la historia de la región y de La California Original es importante y resultan de gran interés para el amante la historia y de las tradiciones y usanzas de tiempos pasados.

Antes de que estos ricos vestigios de sudcaliforniedad desaparezcan los invito a visitar la región, es algo que todo californio bien nacido debe hacer antes deque “pele gallo”, créanme, nada que ver el atractivo lauretano con la zona del reventón por excelencia, Los Cabos en el extremo de la península, esto es otra cosa. Ahora bien si para alguno es el sueño dorado y el paradigma del relax y la diversión encerrarse en un hotel de cinco estrellas a ver tv, pistear, tragar chatarra y media, dormir tarde, levantarse cual nocturna rapaz para ir a "antrear", entonces vallase a Los Cabos, acordémonos que "de todo hay en la viña de Señor".

Algo más de la Misión de
Nuestra Sra. de Loreto Conchó